sábado, 28 de junio de 2008

¡Juntos!

Desde que el hombre es hombre ha sentido la necesidad de comunicarse. La codificación expresiva, la evolución del soporte material del sistema de signos y la paulatina evolución en la concepción y uso de los medios han ido permutando, lentamente, gracias a la superación de las dificultades técnicas respecto a la reproducción del mensaje y, sobre todo, gracias a la mayor liberalización en la producción y el acceso del comunicado (el progreso social).

Partiendo de un modelo básico en los que se esbozaba un emisor y un lugar de recepción, (mensajeros remunerados voceando en una plaza pública el contenido de un mensaje ajeno) hasta la actual masificación de los medios y las audiencias, la aparente revolución del modelo únicamente se comprende desde una innovación progresiva en la tecnología. La base del sistema de transmisión solamente ha ganado su complejidad en función de la progresiva ampliación de la sociedad (los destinatarios ya no caben en las plazas públicas y el mensaje les llega, involuntariamente, condimentado con ocio y disfrute en sus propios hogares).




Los medios de comunicación actúan como las modernas tuberías de las grandes ciudades, transmiten la información que el consumidor ingiere al abrir el grifo, y evolucionan en función de la mayor o menor demanda ensanchando las canalizaciones o su capacidad informativa (más o menos cloro, oxígeno o incluso litio)... pero en el proceso pierden algo más que el agua inocua, pierden la concepción original del sentido de la comunicación (su carácter bidireccional, su doble sentido).

La comunicación etimológicamente también se puede entender -y debería hacerse- desde su dimensión ritual. Yo hablo, tu me respondes, yo escribo, tu (por favor) comentas... el espectador, no obstante, queda reducido en la actualidad a su carácter de consumidor: "Yo veo un programa divertido y el medio me intenta colar unos anuncios".

Como en el medioevo, las armas de persuasión, publicitarias espadas, han evolucionado paralelamente con los sistemas defensivos, inmovilizadoras y perezosas corazas fías de un metal forjado en la fragua del relativismo, y la comunicación (unidireccional) se percibe como natural frente a la intercomunicación.

Ahora bien, yo no te voy a vender nada (no tengo espada), quiero entablar una conversación contigo (aquí sobran las corazas), quiero que comentes y creo que la relación será beneficiosa para ambos. ¡Abramos juntos este nuevo espacio para el diálogo!

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