Si los tipógrafos quisieran honrar a esta columna la darían hoy forma de árbol. Cuando se hallaron en 1856, en el valle alemán de Neander, los huesos de un espécimen de humano extraño, tres años antes de que Darwin escribiese El origen de las especies y doce antes de El origen del hombre, nadie pudo imaginar que esos restos darían base a una nueva rama del saber: la Paleoantropología. Hoy, casi 130 años después de las críticas a Darwin en forma de caricaturas y cuando se sabe a ciencia cierta que aquel hombre de Neander, el neandertal, fue una especie diferente del género homo y no ‘un cosaco ruso de las guerras napoleónicas con raquitismo’ como se sostuvo al describir su rara fisionomía, se ha añadido un nuevo capítulo a la historia.
Si se pensaba que los neandertales habían dejado sus últimos posos en el relato de la vida exclusivamente en forma de fósiles, un hecho ha reabierto el expediente. Unos científicos, tras extraer el las secuencias de los ADN de los huesos fosilizados de algunos neardentales, han publicado los primeros resultados de un estudio que si inició ya hace 5 años y que ha costado unos 53 millones de euros que viene a decir que la mayoría de los lectores de esta columna (de origen euroasiático) comparten entre uno 1 y un 4% de genes propiamente neandertales, por lo que sus antepasados remotos mantuvieron un escarceo sexual en la zona de Oriente Próximo con miembros de esta otra especie de homínidos, el neandertal. También se deduce del estudio que fueron algún a tatarabuelo de nuestros antepasados muy lejanos quienes mantuvieron relaciones con descendencia con mujeres neandertales (madres de alguna de las tatarabuelas de nuestros parientes más lejanos).
Esta hibridación entre nuestros congéneres, sin embargo -que nadie se ofenda- no nos convertiría en familia. Fue muy puntual, nos matizan, aunque es la única explicación que se les ocurre a los científicos del Instituto Max Planck en Alemania para entender la coincidencia casi exacta de los fragmentos cromosómicos de los neandertales femeninos, (tal era el sexo de los huesos analizados) y algunos humanos no africanos. Tan sólo diferimos en aproximadamente dos centenares de genes entre un total de algo más de 20 mil de ellos que aglutinamos como especie. Entre el 98 y el 99% son herencia común. La expansión de los primeros homo sapiens sapiens, recién salidos de África, se topo con la de los neandertales salidos de Europa probablemente en la encrucijada de Oriente Próximo hace entre 80 mil y 50 mil años. En ningún otro momento ni en ningún otro lugar la cita hubiera tenido resultados tan evidentes para la difusión del de parte del genoma neandertal. Aunque los neandertales y los sapiens sapiens coincidieron posteriormente en el continente europeo, el análisis de los datos genéticos apunta por el momento a que no volvieran a mantener encuentros de esa clase, tal vez sí de los del tipo de competencia directa por los recursos en plena glaciación.
La historia, como salida de la trama de un escritor de novela policiaca, parece escrita en ocasiones para sorprender, de arriba a bajo, como las columnas con forma de árbol y las historias del Génesis, o de abajo a arriba como las leyendas nórdicas.
En unas se habla de Adán y Eva, de extracciones de huesos y de un destino común tras la salida del Paraíso tras cometer el pecado original… en otras se describe a los ogros, criaturas humanoides, peludas y musculosas que vivían en cuevas y aterrorizaban a las gentes… el caso es que los neandertales se exigieron -o fueron extintos- hace 30 mil años. El árbol de la ciencia del bien y del mal, así como el de la vida, se escribe y reescribe constantemente mudando raíces y ramas.
Columna titulada Neandertal, no publicada, realizada por NickName.
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