miércoles, 3 de junio de 2009

Tres preguntas que deberíamos saber responder a cada instante sin preguntarnos cómo


1º¿Es la realidad lo que se comunica a través de los medios?
No, porque es menor el continente que el contenido.

2º¿Lo que se transmite es real?

No, porque el contenido es una síntesis, una simplificación artificial de la realidad natural. El buen periodista busca la verdad y la objetividad sabiendo que es un horizonte.

3ºIndependientemente de si se transmite sólo una parte o si lo que se transmite nunca está completo, ¿el proceso de transmisión puede afectar al receptor de alguna otra forma?

Sí. En un artículo anterior comentábamos cómo se distorsionaba la percepción de algunas sensaciones como el miedo. La repetición de una realidad simplificada puede llegar incluso a hacer que la comprendamos sólo simplificadamente. Por otra parte, la dura competencia entre los medios ha hecho que se copien entre si y cada vez domine más la imagen sobre la palabra, la contemplación sobre la abstracción, lo inmediato frente a lo reposado, lo simple sobre lo complicado. Nociones como el ritmo, la estética, la confianza y la simpatía dominan los descafeinados informativos actuales. Lo que se comunica debe tener en cuenta estos factores, pues la importancia ya no está en qué se comunica sino en cómo se hace. Si había algo de realidad en lo comunicado ahora se somete a una nueva torsión estética. Debe entrar por los ojos e impactar por su belleza o por su fealdad sin dejando a un público masa con la menor indiferencia.

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